Los villanos de Hollywood

Crecimos como niños, divirtiéndonos, sin obligaciones, en un universo surrealista donde las medidas, las distancias o las formas convencionales no existían. Nos contaron historias de princesas frágiles y encantadas, de príncipes redentores y de villanos despiadados con rostros desfigurados; nos hicieron creer en el Papá Noel de Coca-Cola; en un tal ratoncito Pérez, que canjeaba tus dientes de leche por 25 pesetas, hasta que descubrimos que era tu propia hermana la que hacía el cambiazo; en unos Reyes Magos de Oriente que insólitamente presentaban fenotipos Occidentales y eran blancos, rubios y pelirrojos, excepto Baltasar, quien resultaba ser un pariente disfrazado con la cara pintada de betún. Veíamos en la televisión – esa arma de “distracción masiva” – a unos héroes indestructibles, tales como Chuck Norris, Superman, Rocky, Rambo, Michael Knight, Conan, Jackie Chan o McGiver, a quienes les resultaba facilísimo construir una bomba con una goma de mascar, derribar un helicóptero acorazado ruso Mi-24 con una simple ametralladora o aupar autobuses con la punta del dedo. Todos ellos luchaban contra enemigos terribles, unos tipos malos que habían sido creados por la pluma de las empresas cinematográficas en concomitancia con la política-económica internacional estadounidense. Pero, ¿quiénes eran esos villanos?

De la II Guerra Mundial hasta los años 60 el cine de Hollywood saturó el estereotipo del villano nazi. No obstante, a partir de la crisis de Cuba de 1962 y el conflicto en Vietnam, la Guerra Fría alcanzaba picos críticos y el enemigo se fue transformando paulatinamente en soldados rusos. En los últimos coletazos de este ciclo tenemos el film dirigido por Peter MacDonald y escrito por Stallone, Rambo III (1988), donde nuestro guerrero instruye en las prácticas bélicas a los muyahidines afganos contra el invasor soviético. Poco después, y esto nunca lo contaron en las películas, estos muyahidines se convirtieron en talibanes. En 1989 el telón de acero se desplomó y los guionistas estadounidenses se quedaron sin enemigos y sin ideas. Entonces, ocurrió el atentado de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 y el orden mundial dio un giro de 180 grados. Se hablaba de “guerra contra el terror”, cuyo elenco de villanos lo formaban dictadores de Oriente Medio, terroristas talibanes, yihaidistas con el rostro de Bin Laden. Y así hasta nuestros días. ¿Quién será el próximo enemigo de Hollywood? ¿Qué rostro le pondrán? 

Para terminar, no cabe duda de que Estados Unidos ha exportado un modelo de vida y de pensamiento político-cultural a través del cine. Hollywood ha servido de potente transmisor para este fin. Hemos sido víctimas de este proceso y aún sigue ocurriendo. En sus películas se pueden observar numerosos patrones y estereotipos repetidos hasta la saciedad: La dicotomía del bien y del mal, un bien interpretado por héroes (casi siempre hombres blancos y rara vez mujeres o negros) con trazas de burgueses cívicamente intachables; y unos villanos que han tenido diferente rostros según el contexto geopolítica yanqui del momento. También, las producciones hollywoodienses muestran un creciente miedo a una pérdida del orden social y exaltan unos valores cercanos al patriotismo exacerbado, el paternalismo colonial y la eugenesia cultural.

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