la importancia de viajar

No he viajado mucho, o mejor dicho, no lo suficiente como para escribir un diario de viajes; de esos tan demandados por los jóvenes estudiantes del país. Pero sí estuve en lugares dispares percatándome de la importancia de viajar, de salir fuera de un entorno cotidiano para trasladarnos a otro diferente, insólito, nuevo para nuestros sentidos. Ahora, a mis treinta años, estoy cumpliendo uno de mis sueños más añorados: Viajar.

La Pacha Mama es tan extraordinariamente diversa, tan increíblemente heterogénea que, pese a la velocidad a la que corren los medios de transporte, nunca podremos en lo que dura una vida conocer todos los rincones de la tierra. Aunque tengamos el espíritu de un temerario explorador, las ansias de un viajero empedernido o la inquietud de un investigador botánico, siempre se nos escapa algo. Pero de eso se trata. Porque con cada lugar visitado ganamos un pedazo de mundo, un sentimiento especial, una experiencia duradera más allá de lo material y que, al final, nos llevaremos a la tumba como un tesoro incalculable.

Todo el mundo tiene un viajero durmiendo en las profundidades del alma. Para unos ese viajero despierta pronto mientras que para otros jamás abre los ojos. Hay quienes, una vez desplegadas las alas, nunca paran de volar o, por el contrario, nunca supieron que tenían alas en la espalda.

Pese a ello, existen muchos tipos de viajeros. Aunque yo los catalogo en “mochileros” (término empleado en Latinoamérica para los que se introducen de lleno en la tierra que visitan, durmiendo en hostales baratos o en tiendas de campaña, viajando a pie o en medios de locomoción económicos –autobuses, trenes, motos alquiladas, etc. -) y “enjaulados” (término propio referente a los que viajan a través de agencias de viajes). La diferencia entre ambos reside en los modos y en los recursos.

El primero se entremezcla con los naturales, bebe de la cultura autóctona, viaja improvisadamente y viviendo continuos inesperados que llegan a convertirse en auténticas epopeyas. El mochilero viaja de forma austera, mochila a cuestas, evitando gastar dinero en lujos innecesarios. Por esta razón, elige hostales de habitaciones compartidas, come en restaurantes baratos – o guisa él mismo – y obviará irse de compras a cualquier centro comercial.

El enjaulado es más bien todo lo contrario. Se gastará un pastón en una agencia que le dará la oportunidad de quedarse en un lujoso hotel a gastos pagados, con excursiones organizadas y piscinas paradisíacas. Sin embargo, no podrá salir de los límites del recinto, recluido en una "jaula dorada". Así, este viajero se perderá los encantos del país, no conocerá la cultura plenamente y, en caso de lugares subdesarrollados, nunca se sensibilizará con los problemas del planeta.

No obstante, existen términos medios entre estos dos parámetros: el estudiante erasmista, el senderista aventurero, el nómada de las autovías con su caravana, el amante del arte visita-monumentos o, actualmente, el oportunista, etc.
Aquí os dejo algunas fotos mías y de mis amigos (en especial Jorge, Salcedo y Marta... que os quiero un monton.

Foto nº 1: El cañón de Pilatos (Urbasa - Pamplona): yo, el peyo y Salcedo
Foto nº 2: Salcedo en el Magreb (África)
Foto nº 3: Volando hacia Inglaterra con Ryanair.
Foto nº 4: yo en el Puerto de Algeciras de camino a Marruecos.
Foto nº 5: Marta y el Taj Majal (India)
Foto nº 6: yo en castillo de San Jorge, Lisboa (Portugal)
Foto nº 7: Jorge en el desierto de Namibia (África)
Foto nº 8: yo en el Algarve (Portugal)
Foto nº 9: yo y Jorge en el camino de Santiago (Adivina quién es quién)