la política y el hombre


Nunca he tenido pretensiones de pertenecer a un partido político o a una religión. Siempre me he sentido “librepensador”. Dejarse arrastrar por los sectarismos ideológicos, aferrarse a una misma manera de pensar, es sucumbir a una especie de ignorancia fingida. Los colores, los himnos, las doctrinas son elementos que evité a toda costa. Por lo tanto, cualquiera podría pensar que esta postura enraíza en el pensamiento libertario en su más ortodoxo ideario. Pero incluso los ideólogos anarquistas basaron sus directrices en una serie de puntos dogmáticos y defendieron una bandera rojinegra. En lo más profundo de mi corazón hay una voz que me dice que no pertenezco a ningún partido, pese a que nací en el seno de una familia de rosas, yunques, libros y plumas. Es más, he llegado a pensar que los partidos políticos no existen. Si evitamos los extremos, cada vez me cuesta más trabajo distinguir la línea entre Derecha e Izquierda. El viejo tópico de la “lucha de clases” ya hace mucho que se erradicó. Por suerte la clase media española vive su momento de esplendor. Aunque existen cuestiones sociales, económicas, e incluso morales, que no han sido solventadas aún.

Cuando pienso en Política, pienso en la naturaleza del hombre; distingo el alma de las personas. Y éste es un contenedor de sentimientos bipolares: El altruismo - el egoísmo, la bondad - la maldad, la astucia - la torpeza, el interés - la apatía, la alegría - el pesimismo, la valentía - el miedo y un largo etcétera. Los partidos políticos, sean del color que sean, son liderados por hombres, imperfectos, los cuales desarrollan sus habilidades

No obstante, ahí subyace lo particularmente intrínseco. El hombre es un ser con pasiones. Esas pasiones son plasmadas en la Política, o sea, que la Política es el mero reflejo de las pasiones humanas. Cuando un ciudadano vota a un edil cualquiera, ¿vota por ideología o por compromiso personal? ¿En un municipio se vota al político o a la persona? ¿Es un político una persona como otra cualquiera o posee un estatus especial?

Creo en el hombre y su amplio abanico de virtudes. Creo en su vertiente bondadosa, humana, racional, humilde, culta, da igual la bandera que porte. Valores, éstos, comunes a la convivencia y el respeto…

Desafortunadamente, son pocos los que sostienen el lábaro colectivo con dignidad apreciable.