
“Aunque quisiera percibir la crisis, es inútil para mí que siempre he vivido en crisis”, me dijo mi buen amigo Manolo de Almáchar. Esta afirmación me hizo reflexionar sobre este recurrente tema.
Cuando llega el fin de semana, observo los bares, cafeterías y restaurantes con una nutrida clientela. En los aparcamientos del Ingenio se pueden ver hileras de coches aparcados, signo de que la gente continúa comprando artículos de “segunda” necesidad. Aquí y allá se están inaugurando comercios hosteleros. Por el contrario, no nos engañemos. La crisis o la recesión es una realidad. Aunque existe otra realidad que casi nadie ha sabido apreciar en los últimos años.
Hubo un Boom inmobiliario. El nivel económico de la clase media subió como la espuma mientras que los precios de los inmuebles se dispararon. La Construcción llenó los bolsillos de ilusiones a mucha gente. Un simple peón de albañil ganaba con el sudor de su frente mucho más que un funcionario o un médico de guardia. Se crearon multitud de “empresas del ladrillo”. Los concesionarios vendían coches como caramelos... Todo esto se hacía con dinero, dinero que parecía brotar como el agua de un manantial.
Y aquí está el problema. Fue así como los andaluces olvidamos que siempre hemos sido pobres, que nuestra “sabia económica” se encuentra en el campo y que nada dura eternamente. Así fue como muchos abandonaron el campo para trabajar en”la Obra” huyendo de la dureza de las tareas agrícolas. Así fue como se produjo una histeria colectiva de consumismo desenfrenado. La gente quería los mejores pisos, los mejores coches, las mejores televisiones de plasma, los mejores trajes… lo mejor de lo mejor.
¿Cómo podían permitirse ese ritmo de vida? Pues con dinero de los bancos, o sea, con préstamos hipotecarios. Nos convertimos en esclavos de “las Letras”, pero no las letras de la Escuela, sino las letras de la Banca, que cuestan menos aprenderlas y más pagarlas. Ahora, por este motivo, a muchos les cuesta llegar a final de mes y tienen tantos problemas financieros que sufren de insomnio y calvicie no-hereditaria.´
Quizá, deberíamos haber hecho como mi amigo Manolo de Almáchar, que se conforma con poquita cosa, con su campito lleno de cepas de vid, patatas, lechugas y tomates. Quizá, no deberíamos haber sido tan ambiciosos.