Un día te levantas y te das cuenta que la burbuja que te rodea ha explotado en millones de trozos irreparables. Bienvenido a la realidad, te dice una voz desde el interior del alma. La inocencia, el gusto por la vida, el entusiasmo, la felicidad, se vuelven extraños. Si cuando antes solías guardarlos como oro en paño, como un tesoro atrapado en ámbar, ahora se escapan igual que si fuera el viento, lejos, muy lejos, hacia un horizonte indeterminado. Te asomas a la orilla de un río y ves tu propio reflejo, menos que una figura que no consigues reconocer. Yo era un chiquillo que miraba a las estrellas, buscando respuestas existenciales, consigues afirmar. ¿Qué ha pasado? ¿Quién soy? Te echas tierra encima, martirizándote con insignificantes supercherías propias de un ser débil y desengañado. Yo solía escribir cartas de amor, creer en amores platónicos, amar de forma ciega... me destrozaba poquito a poco entre arañazos injustificados y azotes inconsciente. Sí. Así era yo, escatimo.
Entonces, saltas al vacío. Deseas morir, hundirte en la oscuridad, para desaparecer de la faz de la tierra. Pero no lo consigues y, en vez de ello, renaces como aquella ave Fénix de sus propias cenizas. Renaces distinto y ya nunca será igual. Algo ha cambiado dentro de ti, no eres el mismo. Todo lo ves de otro color. Incluso respiras de distinta manera. Renaces como otra persona totalmente nueva.
¿Quién te ha cambiado? La vida. ¿Por qué has cambiado? Pregúntaselo a la vida. ¿En qué has cambiado? En todo y en nada.
Aceptas que la vida está llena de esclavitud, de infelicidad y de pesimismo. Mientras más tiempo pasamos a la deriva de los días, mayor es nuestra pesadumbre.
Sin embargo, hace tiempo que rompí con las reglas y, como una vez me dijo una elfa, puede que produzca frustración a los que me rodean, pese a que yo nunca pido nada a cambio, ni busco segundas intenciones, ni quiero nada. Solamente saborear la vida... esa cosa que aún no comprendemos.
Entonces, saltas al vacío. Deseas morir, hundirte en la oscuridad, para desaparecer de la faz de la tierra. Pero no lo consigues y, en vez de ello, renaces como aquella ave Fénix de sus propias cenizas. Renaces distinto y ya nunca será igual. Algo ha cambiado dentro de ti, no eres el mismo. Todo lo ves de otro color. Incluso respiras de distinta manera. Renaces como otra persona totalmente nueva.
¿Quién te ha cambiado? La vida. ¿Por qué has cambiado? Pregúntaselo a la vida. ¿En qué has cambiado? En todo y en nada.
Aceptas que la vida está llena de esclavitud, de infelicidad y de pesimismo. Mientras más tiempo pasamos a la deriva de los días, mayor es nuestra pesadumbre.
Sin embargo, hace tiempo que rompí con las reglas y, como una vez me dijo una elfa, puede que produzca frustración a los que me rodean, pese a que yo nunca pido nada a cambio, ni busco segundas intenciones, ni quiero nada. Solamente saborear la vida... esa cosa que aún no comprendemos.