A veces reparamos en la
importancia de las cosas justo cuando ya no existen. Estamos atravesando un momento trascendental ante el imparable calentamiento
global de la tierra. Y en este proceso el agua jugará
un papel clave para la supervivencia de la humanidad. Por ende quisiera escribir sobre un caso en particular. La calidad del agua en el
municipio de Vélez-Málaga, tema que se debería de tratar con urgencia porque la situación en el futuro podría llegar a ser muy grave.
Para entender el problema,
tenemos que hablar del auge del cultivo de los frutos tropicales en la
Axarquía. Desde hace aproximadamente 25 años la zona del levante malagueño y la
del sur granadino han ido plantando aguacates, mangos y otros frutos, los
cuales son exportados al cono norte europeo. El aguacate, por ejemplo, se ha
convertido en un consumo de moda en Alemania, Holanda, Bélgica o Francia. La
producción ronda las 60.000 toneladas anuales, lo que ha generado una bonanza
económica para los miles de productores locales entorno a cooperativas como
Trops, que a su vez genera 13.000 empleos (datos de La Opinión de Málaga y El
País). ¿Qué opinión tienen los ciudadanos de estos datos? Pues muy fácil,
lo que vienen orquestando desde hace tiempo los empresarios, que esta empresa es
sumamente beneficiosa para la economía comarcal.
De hecho, lo es. Sin embargo,
cegados por una especie de “fiebre del aguacate”, los productores axárquicos,
viendo increíbles beneficios en este negocio, están extendiendo las plantaciones, suplantando la agricultura tradicional basada en los almendros,
los cítricos, la vid, incluso los olivares. La mayoría de estos frutos
tradicionales son de secano y requieren poca agua para su crecimiento. Por el contrario, según The
Guardian, se necesitan 2.000 litros de agua para producir un kilo de aguacate.
Con una simple regla de tres podemos obtener los siguiente resultados:
1 tonelada son 1.000 kilos, 60.000 toneladas son 60 millones de kilos. Si 1
kilo de aguacate necesita 2.000 litros de agua, 60 millones de kilos consumen 120.000.000.000 (120 mil millones de
litros al año). Ahora
bien, otros datos aportados por Málaga
Hoy afirman que el gasto medio por habitante y por día equivalen a 132
litros. Si multiplicamos este valor por los 80.000 habitantes del municipal veleño,
sale 10.560 litros por día y habitante. Entonces, si multiplicamos esta cifra
por los 365 días del año, solamente en Vélez-Málaga se consumen 3.854.400
litros al año. Esto sin contar los 211.328 habitantes de la Axarquía y las necesidades de las otras plantaciones agrícolas que no son tropicales.
Según la Red
Hidrosur, este año el embalse de la Viñuela contiene sólo el 42% de
sus reservas, unos 70 hectómetros cúbicos, 70.000 millones de litros. Teniendo en cuenta los datos de The Guardian y en caso de que tuviésemos un período de sequía, si diéramos prioridad al riego de los aguacates, acabaríamos con todo el agua del embalses en menos de un año. ¿No es acaso un dato preocupante?
En Junio de 2015. El alcalde popular
Francisco Delgado Bonilla realiza una importante operación concerniente al
abastecimiento de agua en el casco urbano de Vélez-Málaga. Lo realiza sin
procedimiento alguno. Con la excusa de reducir
los costes de explotación de la empresa Aqualia -y reducir la cuantía de las facturas
de cada hogar, asunto que nunca tuvo vigencia-, reduce en un 50% el agua que procede
del embalse de la Viñuela, y que es procesada en la planta del Trapiche. El 50% restante constará de las
reservas locales, que son los pozos históricos de la "Fortaleza" y el "Romeral". Como
éstas son insuficientes para proveer de agua a la población, Bonilla realiza una obra
que cuesta 1 millón de euros y une todos los pozos con el "Molino de las Monjas": un aljibe
antiguo, en desuso y con grandes porcentajes de calcio.
Paulatinamente, la calidad del
agua veleña fue disminuyendo drásticamente hasta que en abril de 2017 el
concejal de IU Miguel Ángel Sánchez se hizo eco de las
quejas de miles de veleños. Como el agua portaba elevadísimas cantidades de
calcio se formaban residuos sólidos, y las tuberías, los filtros, las
lavadoras, los grifos, las máquinas de café o cualquier electrodoméstico que funcionara con agua acabó rompiéndose. El que fue concejal Marcelino Méndez-Trelles apareció
en los medios con un vergonzoso comunicado diciendo que se estaban tomando
medidas y que mientras tanto los veleños tendrían que comprar calgonit. Estas
medidas consistieron en usar lechazos
de polifosfatos y CO2 para rebajar también el PH y así reducir la dureza
del agua. Hasta día de hoy este problema no parece haberse solucionado. La
calidad del agua veleña sigue siendo lamentable; un agua que los ciudadanos pagan religiosamente y que debería ser un derecho el tenerla de buena calidad.
Para terminar, me da a mí en la nariz que, ante la carestía de agua que vamos a tener en las próximas décadas,
los productores locales ya han acordado con los políticos de turno darles
prioridad a sus frutos tropicales. Van a sobreponer los intereses económicos
de particulares a los de la salud pública. Además, la mayoría de los veleños han
dejado de protestar. En lugar de ello, asumen esta terrible situación y compran
agua embotellada, generando aún más basura plástica. En el futuro este preciado
líquido se encarecerá y entonces no todos podrán acceder a ella. Y lo más
triste es que, aun teniéndola, ya la estamos perdiendo. Esto acaba de comenzar.
¿Qué ocurrirá ahora? ¿Quién
asumirá la responsabilidad? ¿Realizarán las autoridades estudios de sostenibilidad? ¿Cómo habrán de contribuir los veleños para frenar
este proceso?... Y cuándo el agua se acabe, ¿qué?