Terror



Noche calurosa, aire ardiente. Sueño ligero. Algo se mueve ahí dentro; traidora sierpe del alma intranquila que repta desde tiempos inmemoriales.

Despiertas de madrugada sobresaltado. Emites un grito ahogado, insonoro, que, solitario, tañe en lo más recóndito del ego. Te despiertas aterrorizado con el cuerpo dolorido, flojos los músculos, desorientado: Un pedazo de miedo, a la muerte, acecha. Arrastrándote hacia el lavabo intentas toparte con tu yo material, físico, de carne y hueso, pues te estás desvaneciendo presto.

Entonces, lo ves frente al espejo, desenmascarado, ojos miedosos, en cuyo semblante se dibuja la mueca del horror. Eres tú. Te encuentras, asustado, delante de ti. No ha desaparecido, no ha sido borrada tu sombra del mapa. Continúa en el mundo de los vivos.

Otra mala pesadilla que no consigues recordar, pues se te escapa nada más apartar esa cortina onírica de tinieblas oscuras. Te ocurre a menudo, ¿verdad?, según el estado anímico en que te encuentres. Si supieras qué inquieta tus sueños, podrías combatirlo. No obstante, esto yace muy adentro y necesitas deconstruirte para cazar la sierpe malvada y traicionera... Ya volverás a enfrentarte a ella.

Noche intranquila, sueño etéreo. Otra vez has tenido pesadillas.