Debate de sobremesa: Taurinos Vs. Antitaurinos



Actualidad. Decreto votado por la Generalitat catalana. 2 de junio de 2010. 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones. Se acaba de abolir la Tauromaquia. No habrá más corridas de toros en Cataluña nunca jamás.
¿Qué supone esta ley en el panorama nacional? ¿Ha marcado un hito histórico? ¿Habrá un antes y un después a este decretazo?
Existe un largo y tendido debate, tan en boga a día de doy, con relación a la prohibición de las corridas de toros. Así que tendríamos que empezar por investigar el significado cultural del mundo del toreo y su evolución a lo largo de la Historia de España para, al menos, poder llegar a una verdad más o menos objetiva.
El toro ha formado parte de la cultura mediterránea desde tiempos inmemoriales. Ya en la Antigüedad, especialmente en la cultura greco-latina, este animal, icono de divinidades, fue protagonista de celebraciones festivas. Nos han llegado claros testimonios arqueológicos; frescos y cerámicas con representaciones de acróbatas saltando sobre los lomos del animal. Desafortunadamente no tenemos apenas testimonios escritos sobre la forma en que se libraban aquellas ceremonias.

Famoso fresco del Templo de Cnosos (Creta). Civilización minoica. 1700 a. C.

Hay que remontarse a la Edad Media para conocer los primeros vestigios culturales.
En el sur de Francia (Burdeos, las Landas, Arles – Gascuña) la tauromaquia consistía en juegos en el que se corrían y se sorteaban el toro, generalmente a caballo, pero casi nunca se lo hacía sufrir como en el caso que nos atañe. Además, hay que matizar que estas celebraciones eran propias de nobles y de reyes, y nunca de la clase llana. En el siglo XVI se corría al toro camargués al estilo provenzal.
En Portugal, la evolución del mundo taurino es análoga a la española, con la excepción de que en 1836 se prohibió la corrida de muerte y se estableció el “embolado de los cuernos”.

En España, las fiestas de toros estuvieron vinculadas, allá en los albores de la Edad Moderna, con victorias bélicas, bodas reales o festividades patronímicas. Se hacían los encierros de varas, predecesores del rejoneo, donde la nobleza a caballo lanceaba al toro hasta darle la muerte. Se sabe que en aquellas primitivas corridas los fieros bos taurus solían matar con sus afilados cuernos a más de media docena de caballos en una tarde.
La lidia del toro, con sus correspondientes “suertes” o tres tercios, no nació hasta el siglo XVIII, cuando se crearon oficialmente todas las reglas que han permanecido hasta nuestros días. Además, los protagonistas ya no serán nobles caballeros, sino “matatoros” del populacho que iban prestando sus servicios de pueblo en pueblo en las fiestas locales. Sin embargo, surgieron dos tipos contrapuestos de tauromaquia. La andaluza, cuyas reglas son iguales a las actuales y en el que la “suerte” acababa con la muerte del toro, y la vasconavarra, en el cual se saltaba y recortaba al animal sin hacerle sufrir.


Corrida en Benamente, siglo XVI, en honor a Felipe el Hermoso
Considerando toda esta información, habría que añadir lo siguiente: Las corridas de toros, desde que nació como espectáculo moderno (s. XVIII), han sido objeto de críticas. No es nuevo que ahora, tras el decretazo catalán, sea un asunto recurrente. De todas formas, como más adelante observaréis, algo se está removiendo en la conciencia colectiva española.
Algunos reyes (Felipe V, Carlos III, Carlos IV), papas (Pío V, Gregorio XIII) e intelectuales (Jovellanos, Unamuno) intentaron prohibir la “Fiesta Nacional” o estuvieron en contra porque lo consideraban indigno, además de peligroso, y propio de una sociedad atrasada. Incluso el filósofo Ortega y Gasset llegó a afirmar que si conocemos el mundo del toreo, sabremos los secretos de la sociedad española, tan distinta (yo añadiría tan arcaica) al resto de Europa. Por otro lado, han existido desde siempre fieles defensores por considerar la tauromaquia como parte fundamental de nuestra cultura.
De este modo, admiración o rechazo acompañan a este rito, incluso en la actualidad con el surgimiento de asociaciones y partidos políticos en contra de la tauromaquia.
Ahora bien, vayamos al grano del asunto, es decir, lo que taurinos y antitaurinos argumentan para defender su posición. La cuestión se centra en el proceso de la lidia, si es necesario que el animal sea martirizado mediante lanzadas, banderillas y estocadas, si el toro sufre o no. Una vez explicado, llegaremos a una conclusión.
Los Pro-taurinos dicen:
- Las corridas de toros son parte indisoluble de nuestra cultura tradicional, y no podemos abolirla porque acabaríamos con lo que consideran como un “arte” ancestral.
- Es una Institución que da cuantiosos puestos de trabajo. Según ellos, existen 17.000 festejos taurinos, en 5.000 pueblos y ciudades. 200.000 familias viven de ello, siendo un fenómeno de masas.
- Defienden que los toros, animal-fósil viviente, se extinguirían si se prohibiesen las corridas.
- Recurso medioambiental: Las dehesas, lugar donde nacen y crecen los toros, son baluartes únicos de gran valor ecológico. Sin corridas de toros no habría toros, ni dehesas, y desaparecería este genuino ecosistema.
- Sin los tercios (de varas, de banderillas y de muerte) el rito no tiene sentido.
- Los tercios son necesarios para lidiar el toro, lo que explica que sin ellos la bravura y fiereza del animal serían ilimitadas y nadie podría torearlo.
Los Antitaurinos dicen:
- La cultura de los toros está ligada a la España “vieja y negra”, símbolo del franquismo, por lo tanto su abolición sería un punto a favor en el progreso idiosincrático del país.
- Desde diferentes sectores, se critica la inversión con dinero público en tales festividades taurinas (sólo en el 2008 se estima que casi 600 millones de euros, en parte procedentes de los fondos europeos destinados a la ganadería). Por otro lado, según la encuesta promovida por la empresa Gallup, en el 2006 sólo un 26% estaba a favor de las corridas de toros y la cifra sigue bajando, ya que la concienciación para la protección de los animales es cada vez mayor.
- Niegan que si se prohibiesen las corridas, el toro llegará a extinguirse. Con unas leyes de protección idóneas, el toro sería una especie autóctona protegida, además de salvaguardar su hábitat, las dehesas, las cuales serían protegidas como cualquier otro parque natural.
- Están en contra del martirio que recibe el toro durante la lidia porque supone un enorme sufrimiento para el animal, considerado como una forma de tortura.
Evitando caer en tópicos y argumentos extremos (animalismo radical o fervor nacional-taurino), la cuestión deriva, como podemos ver, en un amplísimo abanico de puntos vistas y posturas, todas ellas igualmente respetables.
En mi opinión:
Comprendo a los que consideran los toros un símbolo de identificación con nuestra cultura, pero también comprendo a los que opinan que se trata de un rito bárbaro y sangriento (en una ocasión fui a una novillada con mi padre y se me revolvió el estómago de ver el trato sanguinario que le daban al pobre animal, así como consideré algo absolutamente inoportuno que los toreros se jueguen la vida enfrentándose al toro). Comprendo que la empresa taurina ofrezca muchos puestos de trabajo; pero también comprendo que si ese dinero se invirtiese en otros campos (como la enseñanza, la agricultura o la ganadería en sí), seguro que los resultados serían mucho más positivos.
No estoy de acuerdo es con el argumento medioambiental. Sin duda la preservación del toro y de la dehesa, si se aplicasen leyes justas, sería una realidad fidedigna.
En cierto modo, la realidad del debate se resume en lo siguiente: los Taurinos y Antitaurinos representan la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo estático y lo cambiante, entre reacción y progreso. La sociedad, en especial el ser humano, se encuentra sometida a continuos cambios y evoluciones. Sin duda, esto ha generado, desde que tuvimos uso de razón, luchas internas, yo diría de conciencia, entre lo viejo y lo nuevo. España ha sido un país muy reaccionario ante los cambios, pero ahora está cambiando inevitablemente. Sus gentes, cada vez en mayor número, están adquiriendo una especial sensibilidad por la vida y la muerte (ya sea animal o humana). Esta sensibilización y respeto hacia la vida en general, sobre todo cuando somos conscientes de que los animales también sufren como nosotros, es el pilar que soporta este debate.
Me gusta la ceremonia que rodea la lidia: los pomposos trajes, los gestos del matador, la música, el colorido albero de la plaza, la sacralización de los tercios; todo me parece una hermosa obra de teatro. Pero rechazo el sufrimiento que se le inflingen al animal.
La cuestión es, si se aboliese la parte que corresponde al castigo, ¿las corridas de toros serían lo mismo?
No, creo que no. Pero, sin embargo, pienso que habría otro toreo diferente, otro tipo de rito menos sangriento y, sobre todo, más humano Quizás, porque la violencia que rodea a la lidia, a mi entender, es un ejemplo de la violencia cultural que los españoles hemos tenido a lo largo de nuestro pasado turbulento, precisamente por eso, deberíamos de darnos cuenta de ello y, por lo tanto, promover un cambio.

Fuentes