Indignación es lo que siento en
estos momentos después de haber estado en la Oficina de Empleo. Pertenezco al
grupo de los casi 6 millones de parados que hay actualmente en España y fui con
la ilusión de hallar algo de oxígeno para paliar mi sufrida situación. Sin
embargo no había ofertas de trabajo, ni cursos, ni nada de nada. Tan solo me
quedaba la esperanza de obtener la celebérrima ayuda del “Plan Prepara” o, lo
que es lo mismo, “Programa de Recualificación Profesional”. Hace tres meses que
mi prestación por desempleo expiró y no tengo ninguna otra fuente de ingresos.
El Plan Prepara es un eufemismo
en toda regla; no deja de ser un auxilio que los actuales dirigentes políticos quieren ofrecer para mantener contentas a unas cuantas bocas llenas de telarañas. Cobraríamos
unos 400 euros durante seis meses; un incentivo para los más necesitados. A mí todo
este sainete se me antoja un óbolo caritativo de esos que la antigua burguesía
de principios del XX otorgaba a los menesterosos, sin importarles los problemas
reales de los mismos, solo para que sus almas alcanzaran antes las puertas del
Cielo.
A mediados de septiembre pasado,
me enteré de la noticia. Así que me dispuse a demandar la ayuda. Los empleados
de la oficina recibieron vacuas directrices y, en primera instancia, solo nos
exigían que entregásemos un par de documentos: Un certificado de
empadronamiento histórico y otro de tu cuenta bancaria. Así lo hice y
archivaron mi petición a la espera de su aprobación. Demasiado fácil, dije yo.
Sumergidos en tan profunda Crisis, era imposible que los tecnócratas del
Gobierno abrieran las arcas tan fácilmente. Y estuve en lo cierto. Poco
después, llegó una nueva misiva, pidiéndonos a los solicitantes que entregásemos
en la oficina nueve currículum sellados por las empresas donde demandábamos
trabajo. Este método, llamado “búsqueda activa de empleo”, es algo típico de
países como Reino Unido, Francia o Alemania. Sin embargo, hablando de cifras,
la situación en España no tiene nada que ver con la de estos lugares. En un
contexto diferente, el índice de paro aquí es de un rocambolesco 26% y se están
destruyendo puestos de trabajo cada mes a un ritmo alarmante. Por ejemplo, en
Andalucía la tasa de Paro ha llegado al 34% de la población activa. Me parece un
tremendo desatino y una absoluta necedad exigirle a los desempleados esto de ir
paseándose por los negocios entregando currículum y esperando a que el
comercial de turno le estampe un sello sobre el papel, porque sencillamente es obvio que no hay trabajo y no hay por donde buscar.
Y aquí mi experiencia en este
asunto. Una mañana imprimí los currículum y me los llevé en una carpeta. Me
pateé las calles de Vélez buscando comercios que se adecuaran a mi perfil como
desempleado, que prácticamente era cualquier vacante. Y ahí que me lanzaba a la
caza de los sellos. Cada vez que les explicaba por qué necesitaba que me sellaran
el dichoso papel, tenía que contarles mi vida y esbozar cara de pena. En
ocasiones me topé con asistentes de comercio que se negaban a rubricar, no se bajo qué
concepto.
Al cabo de dos días pude
completar la misión, pese a todas las dificultades. No obstante, me llevé un
mal sabor de boca, pues me sentí como un mendigo pidiendo limosna, explicando en cada momento que necesitaba los sellos por una razón que, en cierto modo, era
privada e indigna. Y en cuanto a aquéllos que se negaron a sellar, les doy
las gracias por humillarme tanto, por hacerme sentir un donnadie, por darme la
excusa que buscaba:
Soy Licenciado en Historia. Tengo
cinco años de experiencia en la investigación, en la docencia y múltiples
cursos de preparación. Se idiomas. He viajado, he conocido otras culturas y ahora, pese a
que amo mi tierra, estoy dispuesto a emigrar… Éste es el futuro que a muchos
les espera.