El fin de la civilización

Los jóvenes de las nuevas generaciones han perdido el respeto por todo, más debido a su educación que a otra cosa; pero la educación les viene mayormente por la televisión. La televisión es un aparato monstruoso de adoctrinamiento. A través de ella los jóvenes ven un mundo distorisionado donde lo esencialmente importante es el dinero fácil, la violencia, los patrones de moda vinculados a la alta sociedad o el consumo desaforado como instrumento de "bienestar social". Esto ha provocado que cualquier adolescente aspire a imitar a las celebridades, a las estrellas deportivas, a las familias ricas que aparecen en los "reality shows" o a los mafiosos de una telenovela; esto ha provocado que, cuando los jóvenes hablan de su porvenir, muchos declaren muy convencidos que les gustaría ser estrellas del cine porno, políticos corruptos o traficantes, ya que de este modo podrían acceder a una vida de lujos, mansiones, coches millonarios y mujeres voluptuosas.

La pregunta que deberíamos formularnos es quién se encarga de construir todo esto. Está claro. El propio sistema y sus gerifaltes; las empresas que pagan a los medios de comunicación para anunciar sus productos, los directores de esos medios que, preocupados por la rentabilidad de su canal, emiten basura las 24 horas, y los políticos por consentirlo. Los ciudadanos, los televidentes, son las víctimas en tal caso, porque llama la atención que, habiendo problemas tan graves en la sociedad, se preste más atención a la privacidad de personajes del mundo de la "salsa rosa" que a los temas reales que nos conciernen a todos. Esto, al fin y al cabo, es un reflejo de una sociedad moldeada plenamente por el sistema que lo consiente y lo abandera.   

La televisión podría ser, a lo sumo, un instrumento magnífico para entretener y educar, para enseñar valores a la sociedad. Sin embargo, el sistema no lo desea así; sabe que forma parte del engranaje vital para el control de las masas; es el "soma" de un mundo feliz (Aldous Huxley), el "opio del pueblo" (Karl Marx), el "panem et circus" (Juvenal) o, en definitiva, una estrategia estatal en el cual la condición humana se reduce a un tipo de esclavitud e ignorancia modernas. Manuchao, durante una entrevista en el 2013, dijo; "hablando con palabras mayores, y lo asumo, esto nos lleva al fin de una civilización". 

Ahora es el momento de darnos cuenta del grave problema que supone para nuestros hijos la "caja tonta" o la televisión. Ahora deberíamos de desenchufarlo de vez en cuando y pensar que existen otros tipos de entretenimientos como la música, las manualidades, el arte, la lectura, los juegos de mesa o simplemente salir a la calle a respirar aire puro y observar la naturaleza. 

Hace más de tres años que apagué el televisor y me siento más libre, más consciente de la realidad de la vida. ¿Harías tú lo mismo?