Europa, ese intricado caldero


Nunca he leído un libro de economía en mi vida, no porque no haya podido acceder a este tipo de fuente, sino porque me resulta una asignatura extremadamente aburrida; sin embargo, no hace falta ser un lumbreras para discernir lo que se está guisando en ese intrincado caldero llamado Europa en relación al espinoso asunto de Grecia.

Sin duda, estamos atravesando un interesantísimo momento de la Historia, en el cual el concepto de “construcción de Europa” queda en entredicho nada más y nada menos que por los propios europeos, ya sea por el empacho de la crisis, ya sea por la presión fiscal que tienen que soportar. En la Era de la Sobreinformación, la conciencia colectiva parece estar virando poco a poco en un sentido crítico y ahora son muchos los que piensan que La Unión Europea es un lobo con piel de cordero. Pero lo que en realidad estamos columbrando es la perdida de los valores de solidaridad y confraternidad, que en un principio quisieron vendernos los “hombres de azul”, y la imposición de un orden económico basado en lo esencialmente mercantil; y si no eres un Juan Lanas, date por excluido de la familia.

La Unión Europea carece de un marco común de entendimiento político, económico y social; lo único que los une, a efectos prácticos, es el peculio. Lo demás es como mezclar berzas con capachos. Es más, la UE nació en los años 50 por medio de pactos entre grandes corporaciones empresariales como la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero) o la EURATOM (Comunidad Europea de la Energía Atómica). A partir de entonces, se empeñaron en crear una eurozona, sin restricciones aduaneras, con una moneda única, el euro, y en el que predominara el libre comercio. Por otro lado, en ningún momento hubo suficiente interés por solventar cuestiones de igual orden, como la creación de una Constitución que regulase aspectos socio-políticos y jurídicos, proyecto que fue rechazado por Francia y Holanda en el 2004 y que, hasta día de hoy, no ha sido retomado.

Entonces estalló la recesión económica en el 2009 y los banqueros se echaron las manos a la cabeza preocupados por su hegemonía. Resulta que esos banqueros formaban el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BCE (Banco Central Europeo) que, en resumidas cuentas, eran los gerifaltes del sistema; con sus queridos amigotes, los gobernantes de los Estados miembros más ricos (Alemania, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Holanda), rubricaron el Pacto Fiscal o Tratado para la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria, remarcando la disciplina presupuestaria como motor para la estabilidad y salida de la crisis. Con respecto a los países que no siguiesen estas directrices, serían azotados por el miedo, propagado por los medios de comunicación, comprados a su vez por estos banqueros, desestabilizando a los gobiernos y suplantando sus presidentes por “tecnócratas” que, en otras palabras, eran buitres amaestrados por los banqueros.

En España, durante los últimos meses del gobierno Zapatero, y por exhortación de los acreedores alemanes y franceses, la Constitución española fue modificada en el artículo 135 y se priorizó la deuda a los bancos por encima de otros intereses. Para llevar esto a cabo, el nuevo presidente electo, Mariano Rajoy, promulgó un paquete de medidas encaminadas a tal fin, como fueron la subida del IVA, los recortes en sanidad, educación y servicios sociales, la reforma laboral que favorecía el despido, el copago sanitario, La ley de Seguridad Ciudadana o ley “Mordaza”, y un largo etcétera. Como consecuencia, durante los últimos tres años han venido sucediendo episodios terribles: despidos masivos, mayor índice de huelgas y protestas de la historia, drama de los desahucios, emigración de más de un millón de españoles al extranjero, pérdida de los derechos mínimos del trabajador, caída del sueldo base, contratos basuras, entre otras muchas injusticias.    

Mientras tanto, la Troika (los bancos y los países ricos de Europa) mira hacia otro lado. Le importaba un bledo la angustia del pueblo español, con tal de que siga pagando religiosamente sus deudas. Así continuamos en el presente.

Llegados a este punto, volvemos al asunto de Grecia. El pueblo griego ha elegido el No (-Oxi-) al cambalache propuesto por la Troika y está dispuesto a salirle de la UE. Aunque sus intenciones sean las de negociar y llegar a un punto de entendimiento con sus socios del euro, la situación en el país heleno es insostenible y lo que quiere la UE supondrían cargar a los ciudadanos con más peso fiscal y recortes austeros que prolongarían aún más su sufrimiento.


Tenemos el caso de España; si de nada ha servido la veintena de muertes por suicidio de desahuciados, o la situación de extrema desesperación de muchas familias a causa de la crisis, tendríamos que pararnos a pensar que los europeos nos estamos deshumanizando; sólo con esto nos bastaría para comprender que ahora es el momento de emplear el sentido común y trabajar en pos de un cambio de sistema. Los pueblos se están movilizando; las conciencias, cambiando; en Grecia ha sido el partido de Alexis Tsipras; en España lo son los de Pablo Iglesias que, en ambos casos, podrían representar los exponentes principales para el principio de un “después” en Europa. Siempre habrá fuerzas reaccionarias, desafortunadamente son muy poderosas, pero la voz de los ciudadanos es la que realmente cuenta a la hora de luchar. Se está viendo, se percibe en el aire; que no te callen la boca, que no te obliguen al ostracismo. Infórmate, lucha por tus derechos, participa y, de algún modo u otro, depositarás un granito de arena en el rimero de esperanzas. De lo contrario, asume tu rol de sumiso abrazafarolas, de babieca superlativo o de chirimbaina de tabernas.