Superando cualquier pronóstico, tras las elecciones generales del 20-D el
panorama político ha dado un vuelco de 180 grados; gracias en gran medida a la
irrupción de dos nuevas fuerzas políticas, Podemos y Ciudadanos, quienes han
puesto fin al bipartidismo imperante. Soplan vientos de cambio, pero las
complicaciones comienzan ahora, tras los resultados y el reparto de escaños,
pues ningún partido ha logrado la mayoría absoluta. Aunque el Partido Popular
haya sido la fuerza más votada, con 123 escaños, poco más de siete millones de
votos, se queda lejos de los 175 escaños necesarios para gobernar en solitario.
PSOE con 92 escaños, Podemos con 69 y
Ciudadanos con 40, tienen las llaves para formar gobierno. Comienza, de este
modo, el período de las reuniones y las alianzas entre partidos. En caso de que no se produzca una alianza, volverán a celebrarse las elecciones en dos meses.
Ahora nos queda preguntar, ¿qué va a pasar a partir de año nuevo? ¿Cómo y
por quiénes se formará el nuevo gobierno?
Únicamente en 1996 tuvimos un precedente parecido, cuando los populares de
José María Aznar, con 156 escaños, vencieron en las urnas a los socialistas de
Felipe González, pero para ser investido como presidente necesitó pactar con
CiU y los nacionalistas vascos.
En el presente la situación es aún más compleja y el pacto entre partidos podría
llegar a ser un verdadero quebradero de cabeza; si Rajoy gobernase en minoría, necesitaría
el voto a favor del PSOE, mas este supuesto nunca se ha dado en los últimos
treinta años de Democracia. Además,
Pedro Sánchez se ha negado en rotundo a apoyarle desde el principio,
mientras que Ciudadanos ha señalado que le gustaría formar una coalición con
los socialistas y los populares bajo el sobado pretexto de salvaguardar “la
unidad de España”. Al mismo tiempo, se oye por los medios de comunicación,
tutelados por Génova por supuesto, que si el PP no puede formar gobierno,
difícilmente podrá haber un país estable, resultando esto un argumento tan
vacuo como obsoleto.
Podemos fue la sorpresa de las elecciones, convirtiéndose en la tercera
fuerza más votada. Los chicos de Pablo Iglesias desean romper con el “Status Quo”
del país, con un sistema “setentayochista” corrupto, obsoleto y desigual, y
vaticinan una reforma constitucional de gran envergadura. Por estas razones
tanto PP, PSOE como Ciudadanos se muestran reacios porque, según piensan ellos,
la política de Iglesias atenta contra la propia integridad de la Democracia. En
otras palabras, en realidad lo que estamos viviendo en estos precisos instantes
es una lucha por un cambio en el orden político nacional. Que haya habido más
de 8 millones de votantes repartidos entre dos partidos nuevos significa que
son muchas las personas que reclaman un saneamiento de la política en general y
una reforma de la constitución.
En mi opinión Podemos permanecerá firme, sin pactar con ninguna coalición
de izquierdas, buscando el cambio desde la oposición, desde los banquillos del
congreso, y paulatinamente, sin mancharse con el pactismo y la ponzoña, mientras
creen que la marea seguirá creciendo en los próximos años; sobre todo cuando
los más de un millón de jóvenes que se encuentran emigrados en el extranjero regresen
trayendo vientos del cambio. Ya que cada vez somos más los que pensamos que la
Transición española fue una pantomima, en el cual los gobernantes permitieron
el continuismo del Franquismo y sus ideas básicas, pero con otras siglas, con
otra chaqueta; y que los socialistas perpetuaron un sistema basado en el
nepotismo, a fin de repartir “pan y circo”, y de seguir las directrices de los
bancos.
Sin duda, Podemos representa a todos esos desencantados que quieren un
cambio, que quieren un país sin desahucios, sin enchufismos, sin corrupción,
sin puertas giratorias, sin la subordinación económica al FMI o al BCE; una reforma de la constitución y de la ley
electoral, una solución a los regionalismos con unas políticas más tolerantes y
respetando el principio de multiculturalidad española; una desinstrumentalización
política del Tribunal Supremo, una recuperación de la dignidad laboral frente a
la patronal, etc. Podemos representa la energía renovadora del país opuesta a
un sistema con tintes pseudofranquistas modernizados, edulcorados y
reversibles.
Esto acaba de empezar y yo voto a favor del cambio y lucho por ello… con la
pluma en mi caso.