MANIFIESTO SOBRE LITERATURA FANTÁSTICA EN ESPAÑA

En el ámbito nacional la literatura de fantasía se ha caracterizado por su paupérrima producción, debidos en gran medida a dos factores muy importantes: en primer lugar, el carácter realista de la mentalidad española, alimentado por la argolla de la religión católica; y en segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, el desarrollo de un Romanticismo contradictorio y confuso durante el siglo XIX, cuyo movimiento cultual sirvió, en otras partes de Occidente, de estímulo para el  nacimiento del género del que hablamos. Mientras tanto, en España escribir sobre criaturas asombrosas, hechos legendarios, brujería o encantamientos ha estado asfixiado de algún modo u otro por este rasgo propio de una sociedad profundamente reprimida,  en el que tales ocupaciones, por ejemplo, bien podrían haber servido de argumento para ser enjuiciado por el Santo Oficio, institución que, con otro nombre y otras prerrogativas, todavía sigue existiendo. No obstante, cabría decir que la fantasía, las leyendas, los mitos y la magia negra siempre han existido en nuestra cultura, tan solo que no se hallan en la tradición literaria, sino que ha sobrevivido a las envestidas del olvido posándose en la memoria oral del pueblo.

Desde que comenzara a perfilarse los rasgos de la Ficción especulativa, el género español ha tendido a beber de las corrientes extranjeras, dejándose arrastrar por contextos foráneos, ya que nunca hemos tenido un “background” potente. Ponemos como ejemplo la incipiente tirada de autores españoles que, en la actualidad, usan elementos de fantasía, tramas, escenarios y personajes que no son propios de nuestro contexto cultural, ignorando las fuentes locales por completo. Por otro lado, pensar que carecemos de una cosmogonía heterogénea y original sería como obviar el magnífico patrimonio que poseemos.

Volviendo al tema principal, existe en la memoria colectiva un sinfín de características de inconmensurable valor, gracias a las cuales se podría definir un género autóctono, frente a las tendencias extranjeras. Si indagamos en las fuentes orales, sobre todo las que provienen de las zonas rurales, descubriremos que hay infinidad de material inédito. Nos referimos a casas encantadas, espantos, criaturas horrendas, animales fantásticos, batallas heroicas, aventureros de ultramar y amores épicos, entre otros muchos temas; serpientes enormes con gruesas cerdas negras que saltan muy alto, lechuzas blancas que surcan el cielo nocturno de los pueblos augurando buenos presagios, espantos o apariciones en casas abandonadas, gallinas fantasma que atacan de improviso, curanderas que lloran por un solo ojo y curan enfermedades o pasadizos secretos que conectan antiguas fortalezas, en cuyo interior se esconde un tesoro incalculable, son algunas de las temáticas habituales.

Es una necesidad perentoria poner nuestro punto de mira en estas fuentes más a menudo y plantar, con la imaginación y el esmero de un buen escritor de novela de ficción especulativa, la semilla de un estilo nuevo repleto de variedades dimensionales, únicas e imperecederas. En este sentido, cualquiera podría tacharme de proteccionista de lo español. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, lo que intento explicar es que la mayoría de los autores extranjeros conocidos (como lo son J. R. R. Tolkien, Terry Pratchett, Michael Moorcock, Robert Howard, H. P. Lovecraft o incluso Frank Herbert en una vertiente más galáctica) se han empapado de la mitología nórdica, anglosajona, de las Eddas escandinavas, del Kalevala irlandés, de los relatos artúricos inherentes, sobre todo, a la cultura en la que se han criado; Así pues, bajo estos preceptos, sería una iniciativa bastante plausible, si hiciéramos hincapié en nuestras tradiciones mágico-legendarias con la voluntad de eludir en cierto modo ese plagio literario tan típico en las producciones recientes, sin entrar en el juego del oportunismo de algunos autores que desean atraer el ávido bolsillo de “geeks” y “nerds”, según los estereotipos.

Para haceros una idea, resumiremos la evolución del género en nuestro país con el objeto de aunar criterios.

Según el escritor ruso Yuli Kagarlitski en Qué es la ciencia ficción (1977) ha querido ver en el undécimo cuento de El conde Lucanor (1335) de don Juan Manuel un «precursor de los viajes en el tiempo o de los mundos paralelos», en lugar de clasificarlo como un relato mágico. En las Crónica del rey don Rodrigo de Pedro de Corral, publicada en 1499, primera del género caballeresco de la literatura española, el autor incluye algunos elementos fantásticos como una especie de televisión de azogue que encuentra el protagonista en la Cueva de Hércules, a través del cual ve el futuro. También hay utopías, como el del eloquentíssimo Emperador Marco Aurelio con El Relox de príncipes (1527) de Antonio de Guevara, entre cuyas líneas se describen las costumbres y leyes de los «garamantes», un pueblo sencillo y pacífico que no empuña armas y que sólo tiene siete leyes inaplicables. Es importante nombrar también el viaje a la Luna de Juan Maldonado en su relato Somnium de 1532, en el que se describe una sociedad alienígena con seres extraterrestres. O, algo más tardío, la publicación en 1787 de José Marchena en El Observador, un periódico de discursos, en la que usa la descripción de una sociedad lunar para criticar ferozmente a la sociedad española contemporánea.

Es interesante aludir la primera “distopía” escrita en español, por Cándido María Trigueros y su “mundo sin vicios”, a través del personaje Assem, filósofo musulmán que se traslada al campo para vivir una vida de recogimiento y contemplación.

El género de ciencia-ficción comienza en  España a mediados del siglo XIX y se extiende hasta la guerra civil. Así pues, con Lunografía (1885) de Miguel Estorch y Siqués se inaugura este estilo. Durante este siglo, los avances tecnológicos progresan a una velocidad vertiginosa, de igual modo que las corrientes de pensamiento. Nos encontramos con una nueva era en el que el ser humano se deconstruye de muchas ataduras religiosas y comienza a expandir su imaginación por terrenos inexplorados. Es el siglo de Julio Verne, Mary Shelley, Bram Stoker o H. G. Wells.  Dentro de esta vertiente tenemos Cuento futuro de Leopoldo Alas, "Clarín", incluido en su El Señor y lo demás, son cuentos (1893), anticipando el Realismo mágico e ideando la primera historia post-apocalíptica de la literatura en español protagonizada por el doctor Adambis y su malvada mujer Evelinda; El doctor inventa una máquina de suicidio colectivo y extingue a la humanidad; solo se salvan él y su pareja. En este siglo también se escriben Las leyendas (1858) de Gustavo Adolfo Becquer, una serie de relatos cortos escalofriantes, de temática fantástica, precursor del género de terror.

A principios del siglo XX la influencia de la corriente británica “novecentista” y del “vernismo” fue escasa en España, aunque existen algunas producciones significativas que hemos obviado para no extendernos, en los que se observan viajes planetarios, robots, extraterrestres, máquinas del tiempo y distopías.

Tras la guerra civil española, a partir de 1939, la producción del género de fantasía se ve mermada por la suspicacia del régimen franquista hacia cualquier tipo de utopía literaria, muy al contrario que en lo ocurrido en los Estados Unidos con  la abundancia de autores que a día de hoy representan los principales embajadores de la Ficción especulativa. A su vez, un nuevo subgénero se impulsa con fuerza: la fantasía heroica o la espada y brujería, ambientado en tiempos medievales y tomando elementos de la mitología nórdica. En España no es hasta el Capitán Trueno (1956) de Víctor Mora y Miguel Ambrosio Zaragoza cuando este género se expande con éxito en formato tebeo, no siendo así en la novela, que tiene que esperar hasta principios del nuevo siglo.

Para concluir, después de escribir este manifiesto, me veo en la obligación de reflexionar sobre los fundamentos de este género literario, rebuscando en nuestros propios mitos, leyendas, relatos y cuentos, de igual riqueza que las anglosajonas y que, a lo sumo, llegarían a ser indudablemente originales. Es hora de comenzar un período distinto, de romper los tabúes, de desquitarnos de los complejos y de crear algo innovador y serio. Bastaría con sumergirnos por los universos mágicos que nos rodean; universos que llevan siglos dormidos en los arcones del olvido; descubrámoslos, pues, y démosle forma… El tiempo de la hispa-ficción ha llegado.     


Chesko González

Berlín. 13 de diciembre, 2016