La ruptura y el fracaso


Los resultados de las elecciones municipales de 2019 en Vélez-Málaga han acabado mostrando una vez más la consolidación de un sistema difícilmente renovable. Me refiero a esas ansias de dejar el trasero pegado al asiento del consistorio y hacer de la política un oficio con derecho a finiquito pensionado. No es nada extraño afirmar que la mayoría de los que “parten la vaca” llevan tanto tiempo politizando sus nóminas como nominando sus votos. Y así durante lustros, convirtiendo el Ayuntamiento en un cortijo privado, rodeado por una verja eléctrica con un enorme cartel que dice “¡cuidado! Peligro de muerte por alto voltaje”.

Al pueblo le hacen falta buenxs mandatarixs que trabajen por y para el pueblo y no chupatintas de poca monta. Uno de estos buenos políticos es Miguel Ángel Sánchez Díaz. El otro se llama José María Matás Moreno. Los dos son hombres cultivados, templados, plenipotenciarios del sentido común y de la Izquierda que, a mí, personalmente, me ayuda a tener fe en el sistema. El primero fue concejal por IU en la oposición, estando a pie de calle en la defensa de los intereses de muchos vecinos y vecinas durante su corta legislatura. El segundo se presentó en las pasadas elecciones por las siglas de Podemos sin obtener una tan merecida acta de concejal. Y a ambos les traicionaron sus compañerxs de lucha: Izquierda Unida, tras varios años haciéndole el vacío, apartó de la lista a Miguel Ángel Sánchez y no quiso confluir con Matás rompiendo de este modo "el pacto de los botellines". 

Las luces rojas comenzaron a parpadear tras las elecciones generales. El partido de Pablo Iglesias había perdido un millón de votos (2.000 mil en Vélez-Málaga). Un ámplio sector de IU miró por encima del hombro a los de Podemos llegando a la conclusión de que, ante estos terribles datos, confluir en las municipales con ellos les restaría votos o, quizás, perjudicaría su imágen histórica. Para ello afirmaron que no compartían ni su código ético ni la premisa de renovar el sumidero de enchufes que supone Mancomunidad y EMVIPSA. 

Cuando se inició la campaña electoral, IU se presentó al público en el Centro del Exilio como Unidas Podemos, sin invitar a los miembros de Podemos, aunque eso sí, usado el logo del círculo morado en sus pósteres. Las zancadillas habían empezado, y fueron muchas. Entonces llegaron las votaciones del 26M. Izquierda Unida sólo obtuvo 1.368 votos (perdiendo más de mil), frente a los 1.730 obtenidos por Podemos. Los dos partidos se quedaron sin escaño en el Consistorio veleño. 

Ahora bien, no vamos a lanzar dardo impregnados de reproches. Tampoco ellxs deberían buscar a un culpable de este desastre. Si lo o la hay, ya es demasiado tarde. Sin embargo, Si Podemos hizo grandes esfuerzos por atraer votos aun siendo un partido joven que se presentaba por primera vez, Alicia Pérez, sin menospreciar sus buenas intenciones, perdió la oportunidad de sumar estos votos y llegar a los 3.000 votantes, con los que habrían conseguido dos o incluso tres concejales, y esto no es moco de pavo. 

Es tiempo de pensar con la cabeza fría. Esta crisis no es una cuestión de liderazgo, sino de replantearse nuevas estrategias políticas. Trabajar en equipo es fundamental, sea del color que sea. Es tiempo de enterrar los viejos prejuicios, comenzar a tender puentes y colocar en una misma disposición todas las cosas que nos une. Escuchar la voz de los vecinos. Conducir a los egoístas al ostracismo y reinstalar la computadora de la política local. No es tan difícil. Sólo hay que creer en ello, hablar con claridad y apartar los personalismos.

Mientras tanto, seguiré soñando con la utopía, esa utopía que me hace pensar en Miguel Ángel Sánchez y José María Matás, como artífices del antídoto para el maldito veneno de la egolatría que recorre las venas de la política veleña.