Una reflexión sobre mi pueblo: Las cofradías son como los
equipos de fútbol; en los bares y centros públicos se cuelgan escudos de clubes
y, justo al lado, la fotografía de una vírgen o un cristo. Cuando se trata de
ser protagonistas o de alcanzar la "hegemonia del poder", existe una
clara competición entre ellas, por encontrar subvenciones públicas y ayudas del
ayuntamiento, miles y miles de euros que irán destinados a adornar la imagen a
base de artilugios litúrgicos fabricados en oro y plata.
Pero esto no fue así
desde siempre. En los años 80 las cofradías tenían que robar flores de las fincas ajenas para poder decorar los tronos, o rifar motocicletas con los números
trucados. Fue a principio de los 90, debido al auge económico, cuando las
cofradías comenzaron a recibir suculentas ayudas del ayuntamiento,
iniciándose la larga cadena de favores; la simbiosis entre ayuntamiento y
cofradías es tal que, incluso hoy en día hay innumerables políticos que, al
principio, empezaron como hermanos mayores y acabaron , má tarde, con un escaño
en el Consistorio.
La complicidad entre hermandades e instituciones
supra-municipales también está a la orden del día; la Junta de Andalucía ha
otorgado y sigue otorgando subvenciones para restaurar tronos, presupuestos exhorbitantes para escuelas-talleres destinados a la manufacturación de textiles carísimos, catalogar
archivos cofrades y encuadernar documentos, etc., es decir, dinero que todos pagamos y a mí, como ciudadano, nunca me preguntaron.
Mi opinión es que
tanto ayuntamiento como instituciones públicas deberían de invertir no solo en
la Semana Santa, que en el caso de Vélez, se ha convertido en una prioridad, sino también en otras áreas culturales; existen actividades igualmente enriquecedoras
para la ciudadanía;
pero supongo que el problema de Vélez subyace en la cultura
religiosa profundamente arraigada, en la tradición sórdida y en la reacción
social de una conciencia cerrada y anticuada.