Barro en las manos


La felicidad es uno de los pilares más importantes de la educación de los peques. No nos damos cuenta que en occidente, por ejemplo, la obsesión por la limpieza y las buenas apariencias destruye una parte esencial del desarrollo durante la infancia del niño; así pues, se les desarraiga del contacto con la tierra, con la naturaleza, y se les niega la libertad de juego. Por otro lado, en un mundo donde la imagen es un factor trascendental, nos preocupamos más por cómo vestir a nuestros hijos y con qué tipo de juegos deberían de jugar para molestarnos lo menos posible. 

Los padres, la mayoría de las veces, regresan cansados del trabajo y desean desconectar y relajarse, pero resulta que se encuentran con que sus hijos quieren jugar con ellos. Los adultos, para quitarse esta detestable responsabilidad, los plantan delante del televisor o les ponen un Ipod en las manos, con cuyos aparatos se aislan del mundo real. Algunas veces, salen al parque para jugar. Entonces, sufren las restricciones de sus padres:

-¡Niño, no te manches el vestido que me ha costado 70 euros!, ¡Niña, no juegues con eso que te vas a manchar las manos! ¡Niño, niña, no hagas eso!-.

De este modo, el beneficio de jugar, elemento imprescindible en su educación, se ve totalmente coartada, y muchos de ellos comienzan a sentirse solitarios a una edad muy temprana.

Otra cuestión es el espacio. Las casas donde viven parecen escaparates de moda, donde cada objeto tiene su sitio y su valor; así que cuando un niño rompe una vajilla o pintarrajea las paredes, esto se ve como una catástrofe que los adultos enmiendan mediante duros castigos. La solución no es encerrarlos en un cuarto abarrotado de juguetes y peluches innecesarios donde no molesten. 


También, Los colegios se han transformado en "jaulas didácticas", en cuyo lugar comienzan a estar sometidos por reglas extremas y responsabilidades que no comprenden. Los críos quieren jugar, descubrir el exterior, recrearse en su mundo de fantasías, y desde aquí "autorregularse" (Summerhill, SUTHERLAND NEILL), aprender por ellos mismos, no bajo imposiciones metodológicas. Si se focalizara este sentimiento de libertad hacia una trayectoria más creativa, los niños podrían conseguir cosas extraordinarias, algo mucho mejor que dibujar plantillas con lápices de colores, cantar el canta-juegos o imitar a los ídolos infantiles comerciales.