Hoy vengo en son de paz
con un pañuelo blanco
empapado de cal.
Hoy cierro la bocana
de los prejuicios,
la mala sangre y los maleficios.
Hoy tiendo un puente
entre mis dos taifas
de insatisfacción impertinente.
Somos de la tierra,
venimos de la tierra
y nos pudriremos en ella.
Y a Vélez-Málaga pertenezco,
un hermoso lugar
del oriente malagueño,
sombra de montañas,
pinceladas de jazmín,
tomillo y romero,
donde los vencejos revolotean
sobre los tejados de las iglesias
con sus piruetas volantes,
y a las 9 en punto,
el cielo se tiñe de sangre,
donde las leyendas se hallan
enterradas en el suelo,
en tesorillos moriscos
bajo murallas de terciopelo.
Sangre norteafricana corre
por tus aljibes, acequias y riachuelos
dando de beber a tus centenarios olivos,
algarrobos y almendros.
Cuna de artistas sedientos de amor.
¡Amor, color, pasión, ego, folklor!
y un súbito suspiro se oye
en lo más hondo de mi corazón.
De allí provengo yo,
de la nostalgia,
de la distancia,
de Vélez-Málaga,
del corazón.